Hoy se dan dos modalidades de trampas en la práctica del juego: las tradicionales, en las que el dinero es un medio para poder comprar ilegalmente el resultado de una competición y alcanzar un objetivo deportivo; y las trampas, la finalidad y el medio de las cuales es el dinero, como por ejemplo, las ganancias que se obtienen de las apuestas a partir de la manipulación fraudulenta de un resultado de una competición.
En cuanto a la primera modalidad, el fútbol ha sido, históricamente, uno de los deportes objeto de malas prácticas por parte de jugadores y clubes. El procedimiento habitual es la compra de clubes y jugadores para que algún otro equipo de la competición salga beneficiado, para ganar un campeonato o por no perder la categoría. Basta con pensar en los casos de los maletines en el fútbol español en los descensos de categoría o en el caso Calciopoli de fraude arbitral en el fútbol italiano de los años 2005 y 2006 para beneficiar grandes equipos.
En cuanto a la segunda modalidad, hay casos más recientes, como el escándalo Calcioscommesse del 2012 en Italia, en el que varios jugadores y directores técnicos de los principales equipos tenían vínculos con organizaciones internacionales con el objetivo "de arreglar partidos de fútbol "y facilitar la ganancia a unos determinados apostadores, o el de la corrupción en la hasta ahora impecable práctica del tenis profesional, con más de una docena de tenistas de élite implicados en chantajes y amenazas contra la integridad física de los tenistas.
Las soluciones en ambos casos se han basado únicamente en la sanción. En el caso de los maletines, se han sancionado clubes con multas y la pérdida de categoría. En el de las apuestas, se han sancionado, incluso para toda la vida, jugadores y técnicos, alejándolos del deporte para siempre. Las redes que mueven estas prácticas quedaron sin castigo.
Así, esta medida, por sí sola, no ha evitado ni evitará la aparición de nuevos casos. Incluso sus consecuencias pueden reforzar la práctica de las trampas: el deportista sancionado deberá abandonar la práctica deportiva -el trabajo que sabe hacer, quedando expuesto a personas y organizaciones sin escrúpulos que lo utilizarán para volver a operar-. En cambio, si se le sanciona con la reparación del daño ocasionado con acciones a favor del deporte base, ganamos con el deporte y de paso todo lo que evitamos.