Artículo publicado el 31 de diciembre en el periódico Diari de Girona
La felicidad ha pasado de ser una utopía a convertirse en casi una obligación, tanto individualmente, para cada uno de nosotros, como colectivamente, promocionándose desde los gobiernos. Pero se puede conseguir? Cómo? Cuál? Que tiene que ver la Resolución de Conflictos? Y la ciencia, qué dice al respecto?
El sentido común nos dice que de forma permanente, no. Como las luces del árbol de Navidad, la felicidad se reproduce como destellos. Viene y va. Ahora sí, ahora no, ahora sí ... Por momentos, conseguimos que se iluminen nuestras vidas, pero también que se ensombrezcan. La felicidad no se mantiene, ya que se da como consecuencia de nuestras acciones y las de los demás. La felicidad es humana. Es como nosotros, temporal. Sin embargo, este estado será de una manera u otra, se dará con mayor o menor frecuencia y conseguiremos períodos más largos en función de cómo seamos y cómo nos comportemos.
La filosofía y la religión se han ocupado desde las sombras de los tiempos de poner luz para alcanzar niveles de felicidad. En los últimos años, los libros de autoayuda han sido los encargados de orientarnos y últimamente se han complementado con los que promueven la espiritualidad. Mientras que los primeros te ofrecen consejos para todo y de todo tipo redactados de forma clara con fórmulas y recetas para alcanzar el éxito y la felicidad, los segundos nos responden a las grandes preguntas de la humanidad apelando a la transformación del nuestro yo con textos difíciles y poco concretos, pero que si se consiguen seguir al pie de la letra te aseguran con pocos esfuerzos convertirte en un semidiós haciendo realidad tus deseos.
Sin embargo, es así como se da la felicidad? No. La felicidad no se encuentra sólo en las grandes preguntas ni en nuestro interior. Está bien preguntarse cosas con profundidad y tratar de ser mejores individuos, pero, como vivimos en sociedad, es en la capacidad de resolver problemas y conflictos donde encontraremos la felicidad humana. En la capacidad de deshacer la incertidumbre, de ayudarnos y ayudar a otros a salir adelante de los callejones sin salida, de desvanecer malentendidos, de entenderse, de hablar, de dialogar, de acordar y de encontrar la mejor solución para todos y todas, aquí y ahora. Esto mismo es lo que contaba con profundidad en el artículo a la "Búsqueda de la Felicidad" publicado el 5 de marzo en el periódico Diari de Girona y en recientes conferencias. La gran transformación individual y colectiva es saber qué hacer y cómo actuar ante los conflictos y logrando soluciones satisfactorias.
En recientes investigaciones, la ciencia corrobora esta hipótesis. La neurociencia ha descubierto que no podemos ser felices, al menos de forma permanente, porque el cerebro humano no lo permite. Diseñado para la supervivencia, preparado para solucionar problemas, cada vez que lo conseguimos nos recompensa con momentos de felicidad para estas acciones positivas. Así es posible llegar a vivir chiribitas de felicidad, momentos fugaces, que experimentamos cuando nos encontramos satisfechos por los objetivos alcanzados. Estamos programados para buscar la felicidad, estimulando a movernos, a actuar, a hacer cosas que nos permitan vivir mejor. Con retos constantes.
Así, todo depende de nosotros, darnos herramientas para entendernos mejor, estrategias para afrontar las diferentes situaciones problemáticas y conflictivas, acordar soluciones satisfactorias, prepararnos para el futuro y, incluso, encontrar salidas a la crisis.
El sentido común nos dice que de forma permanente, no. Como las luces del árbol de Navidad, la felicidad se reproduce como destellos. Viene y va. Ahora sí, ahora no, ahora sí ... Por momentos, conseguimos que se iluminen nuestras vidas, pero también que se ensombrezcan. La felicidad no se mantiene, ya que se da como consecuencia de nuestras acciones y las de los demás. La felicidad es humana. Es como nosotros, temporal. Sin embargo, este estado será de una manera u otra, se dará con mayor o menor frecuencia y conseguiremos períodos más largos en función de cómo seamos y cómo nos comportemos.
La filosofía y la religión se han ocupado desde las sombras de los tiempos de poner luz para alcanzar niveles de felicidad. En los últimos años, los libros de autoayuda han sido los encargados de orientarnos y últimamente se han complementado con los que promueven la espiritualidad. Mientras que los primeros te ofrecen consejos para todo y de todo tipo redactados de forma clara con fórmulas y recetas para alcanzar el éxito y la felicidad, los segundos nos responden a las grandes preguntas de la humanidad apelando a la transformación del nuestro yo con textos difíciles y poco concretos, pero que si se consiguen seguir al pie de la letra te aseguran con pocos esfuerzos convertirte en un semidiós haciendo realidad tus deseos.
Sin embargo, es así como se da la felicidad? No. La felicidad no se encuentra sólo en las grandes preguntas ni en nuestro interior. Está bien preguntarse cosas con profundidad y tratar de ser mejores individuos, pero, como vivimos en sociedad, es en la capacidad de resolver problemas y conflictos donde encontraremos la felicidad humana. En la capacidad de deshacer la incertidumbre, de ayudarnos y ayudar a otros a salir adelante de los callejones sin salida, de desvanecer malentendidos, de entenderse, de hablar, de dialogar, de acordar y de encontrar la mejor solución para todos y todas, aquí y ahora. Esto mismo es lo que contaba con profundidad en el artículo a la "Búsqueda de la Felicidad" publicado el 5 de marzo en el periódico Diari de Girona y en recientes conferencias. La gran transformación individual y colectiva es saber qué hacer y cómo actuar ante los conflictos y logrando soluciones satisfactorias.
En recientes investigaciones, la ciencia corrobora esta hipótesis. La neurociencia ha descubierto que no podemos ser felices, al menos de forma permanente, porque el cerebro humano no lo permite. Diseñado para la supervivencia, preparado para solucionar problemas, cada vez que lo conseguimos nos recompensa con momentos de felicidad para estas acciones positivas. Así es posible llegar a vivir chiribitas de felicidad, momentos fugaces, que experimentamos cuando nos encontramos satisfechos por los objetivos alcanzados. Estamos programados para buscar la felicidad, estimulando a movernos, a actuar, a hacer cosas que nos permitan vivir mejor. Con retos constantes.
Así, todo depende de nosotros, darnos herramientas para entendernos mejor, estrategias para afrontar las diferentes situaciones problemáticas y conflictivas, acordar soluciones satisfactorias, prepararnos para el futuro y, incluso, encontrar salidas a la crisis.