Esta es la época del año para hacer deseos. Mi abuela Victoria siempre decía que había que pedir salud, porque si no se tiene, poco podremos hacer. Salud para las personas y también para los pueblos y las naciones del mundo. Y es que cada vez se valora más la situación de las sociedades por su estado de salud, de las personas y del colectivo a nivel social, económico e incluso espiritual (años de esperanza de vida, índices de violencia y criminalidad, capacidad de rendimiento productivo y de respuesta a las adversidades, etc.)
Aprovechando que el 1 de enero fue la jornada mundial de la Paz,
para el 2015, me gustaría pedir algo que también tiene que ver con la salud:
erradicar la violencia de los campos de fútbol y de las gradas de otros deportes. Ya no puede haber excusas.
Vaya por delante que hay clubes que ya están trabajando para conseguirlo, por ejemplo, mejorando la relación de los padres y madres de los niños y niñas que juegan al fútbol con los entrenadores y los clubes. Esto permite prevenir, gestionar y resolver los conflictos entre todas las partes, pero sobre todo integrar los padres en el equipo, haciéndolos partícipes de una manera de entender el fútbol constructiva para animar y apoyar positivamente a los jugadores. Esto se está haciendo con el
Girona CF, equipo de futbol de la Liga Adelante, y este año hemos empezado con la sección de waterpolo del
Club Natación Sant Andreu de Barcelona, que juegan en la división de honor.
Y ustedes me dirán, ¿y que tiene que ver este proyecto con el deseo mencionado? Mucho. Me explico. Cada vez los niños y las niñas pasan más horas en los clubes deportivos. La actividad física ocupa más tiempo de los niños y jóvenes, pero también de los padres y de las madres. Estos últimos son una pieza clave, porque son los encargados de llevar a los niños y niñas a entrenar y a los partidos, convirtiéndose en aficionados. Su comportamiento es clave para sus hijos y también para otros padres y madres para saber cómo actuar correctamente en un campo de fútbol. Hay que tener en cuenta que nunca nos ha enseñado a hacer esto y que hemos hecho lo que hemos visto. Así, desgraciadamente,
a menudo oimos gritos de presión de los padres hacia los niños y niñas, insultos hacia los árbitros y a veces vemos discusiones entre padres y madres de distintos equipos que acaban con agresiones. Triste, pero real. Violencia de baja intensidad que los niños y las niñas presencian, que no se sanciona y que se adopta como algo normal.
Unos cuantos escalones más arriba encontramos los seguidores de equipos de fútbol que se visten, actúan y hablan de manera agresiva en los campos de fútbol: mofándose de los jugadores adversarios, insultando al árbitro y los miembros de las otras aficiones, hecho que provoca discusiones y peleas. A menudo vemos como estos grupos deben ser escoltados por la policía hasta la entrada del campo para evitar agresiones con aficionados del equipo contrario. Y a veces tampoco se puede evitar, con trifulcas, apuñalamientos y muertos.
¿Qué hacer?
Hace unos días en una entrevista en el
canal 3/24 de Televisió de Catalunya me preguntaban por esta violencia en el fútbol y cómo se podría erradicar, o sea, resolver el conflicto. Yo decía que sobretodo
se deben modificar las actitudes y los comportamientos de estos seguidores de grupos organizados y de los clubes. Evidentemente que los que han cometido delitos y agresiones deben ser juzgados, pero hay que insistir en que más allá de estas personas concretas hay grupos de jóvenes organizados con afinidades que los clubes saben quienes son, ya que cada fin de semana están en el campo o viajan acompañando al equipo.
Así mientras sepamos dónde encontrar estos seguidores, podremos trabajar con ellos para cambiar las actitudes agresivas y las conductas conflictivas. No estoy diciendo nada que no se haya probado antes en otras parte del mundo, por ejemplo, con jóvenes de bandas de países sudamericanos, las "maras", o en barrios y ciudades con índices elevados de criminalidad de los Estados Unidos.
Y paralelamente hay que trabajar con los que tienen que dar ejemplo a los más pequeños: los padres y las madres. Y en esto los clubes también tienen de nuevo una responsabilidad, ya que estos padres y madres "representan" al club cuando van a otros campos, y también cuando los demás equipos visitan el suyo.
Si el fútbol se ha podido modernizar, por ejemplo, en las instalaciones - ya no se juega en campos de arena, las duchas son de agua caliente, hay accesos para personas con disminuciones -, en el juego - con tácticas y estrategias, más control y toque de pelota-, en el arbitraje- mejorando la formación, el estado físico de los árbitros e incorporando instrumentos de control-,
por qué no se puede modernizar el aficionado y la forma de animar? Este es mi deseo para el próximo año.